Fidelidad, obediencia y libre albedrío
Extraído del libro: «Los dichos de Moshé», por H’ Moshé ben Shabbetai
Traducido al español por Eliyahu ben Avraham.
Nuestros antepasados creyeron en el Santo, Bendito sea, y les fue contado por justicia: esa [verdaderamente] fue una [clase de] fe incondicional. Un hombre que alcanza el nivel de fidelidad que poseían nuestros antepasados Abraham, Isaac y Iaakov alcanza la cima de la creencia en el Santo, Bendito sea. Este [nivel] es un amor perfecto y conocimiento de la Roca de Israel. Los hijos de Israel habían sido esclavos en Egipto durante un período de 400 años, y es de ellos que habían aprendido y absorbido el paganismo y la idolatría. Cuando Iehoshúa b. Nun, al completar la conquista de la tierra, vio que el pueblo comenzaba a adorar a los dioses de los cananeos y amorreos, advirtió a la nación y les dijo: Ahora pues, temed a YHWH, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, y en Egipto; y servid a YHWH (Josué 24:14).
El sacerdote y profeta Ezequiel b. Buzi contendría con el pueblo que se había apartado del Camino, como está escrito: Y les dije: Arroje cada uno las abominaciones de sus ojos, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo soy YHWH vuestro Dios. Pero ellos se rebelaron contra Mí, y no quisieron escucharme; no arrojó cada uno las abominaciones de sus ojos, ni abandonaron los ídolos de Egipto; entonces dije que derramaría sobre ellos Mi furor, para descargar sobre ellos mi ira en medio de la tierra de Egipto. Pero actué en atención a mi nombre, para que no fuese profanado a la vista de las naciones en medio de las cuales estaban, en cuya vista me di a conocer a ellos, para sacarlos de la tierra de Egipto (Ezequiel 20:7-9).
Nuestros antepasados adoraban ídolos mientras estaban en Egipto porque habían pasado generaciones viviendo entre los egipcios. Así es en nuestros días –debido a todas nuestras malas acciones– que la nación de Israel ha permanecido en un exilio prolongado durante 2.000 años. La situación actual de la mayor parte de la nación es sorprendentemente similar: algunos de ellos niegan al Creador del universo y Su Torá y dicen “¡De ninguna manera!” (estos son los secularistas), mientras que otros niegan la Torá de nuestro Rabí Moisés, que su alma descanse en paz, y han inventado su propia Torá. Debido a que los hijos de Israel –no todos, pero al menos algunos– eran idólatras en la tierra de Egipto, sirviendo a los dioses de los egipcios entre los que se establecieron durante muchas generaciones, su [nivel] de fidelidad estaba [tan] dañado que necesitarían [presenciar] las Diez Plagas con las que el Santo, Bendito sea, afligió a Egipto.
Necesitarían la división del Mar Rojo, la lluvia de maná del cielo, la columna de nube de día y la columna de fuego de noche, y muchos otros milagros adicionales. Todo esto es para decir, por supuesto, que la creencia de la generación del Éxodo era mínima, dañada e imperfecta, de modo que los hijos de Israel necesitaban ese tipo de intervención milagrosa, con todas las señales y maravillas que el Santo, Bendito sea, realizó para Su pueblo ante el Faraón y los egipcios. La necesidad de todas esas señales y maravillas, de hecho, es una indicación de la debilidad de su fe. Una fe perfecta no es otra cosa que una fe que no necesita milagros: y eso es reverencia a Dios, por amor y reconocimiento genuino.
Santa Congregación, entre los miembros de nuestra querida comunidad [caraíta] hay muchos que poseen una fe sincera en el Santo, Bendito Sea: una fe que se acerca a la de nuestros santos antepasados Abraham, Isaac y Iaakov. Por esta razón, no tenemos necesidad de tefilín, amuletos, hechizos, mazzalot (signos del zodíaco), o tumbas de santos.
Nuestra creencia en el Santo, Bendito Sea, es tan fuerte como la fe de nuestros patriarcas Abraham, Isaac y Iaakov. El Santo, Bendito Sea, concedió la libertad de elección a toda la humanidad. ¿De dónde aprendemos esto? Lo aprendemos del hecho de que Aquel Cuyo Nombre es Bendito le dijo a Caín -antes de que hubiera asesinado a su hermano Abel-: Si haces el bien (si controlas tu inclinación al mal), ¿no será enaltecido? y si no haces lo bueno (si no preparas tu corazón para hacer sólo lo que es correcto, entonces) el pecado está a la puerta; y a ti es su deseo, pero tú puedes enseñorearte de él (Génesis 4:7). Es decir, la inclinación al mal está lista para acecharte en cualquier lugar y trata de seducirte – y tú te sientes [incluso] atraído por ella – pero tú puedes dominarla.
He puesto dentro de ti el poder de resistir, y ese es el temor de Dios. Si tan solo prepararas voluntariamente tu corazón, podrías controlar esa inclinación al mal y convertirte en su amo y no al revés. Pero yo endureceré: ¿Cómo armoniza este mensaje con la declaración del Señor: pero endureceré su corazón, y no dejará ir al pueblo (Éxodo 4:21)? ¿Cómo se reconcilia la [idea de] un libre albedrío con Y endureceré el corazón de Faraón (Éxodo 7:3)?
Después de todo, aparentemente hay una [especie de] intervención Divina aquí que cancela la libertad de elección – pero ese no es el caso. El Santo, Bendito Sea, sabía que Faraón y sus siervos eran completamente malvados, e incluso si hubieran liberado a los hijos de Israel, habrían cambiado de opinión y se habrían renegado. Al endurecer el corazón de Faraón, el Santo, Bendito Sea, deseaba lograr dos objetivos: primero, mostrar Su poder y Su fuerza al Faraón y a todos los egipcios.
Y, de hecho, le dice al Faraón a través de nuestro Rabino Moisés, que su alma descanse en paz: Pero en verdad, por esta causa te he hecho estar, para mostrarte Mi poder, y para que Mi nombre sea anunciado en toda la tierra (Éxodo 9:16). El segundo, y no menos importante, [objetivo] era ser visto por los hijos de Israel que habían sido incapaces de reconocer a Dios por su propia conciencia y conocimiento, por su mano fuerte y su brazo extendido, como está escrito: Y YHWH dijo a Moisés: ‘Entra a Faraón, porque he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar estas Mis señales en medio de ellos; y para que cuentes a tu hijo, y al hijo de tu hijo, lo que hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos, para que sepáis que yo soy YHWH’ (Éxodo 10:1-2).
* ben Shabbetai, Moshé, ben Shabbetai, E (Ed.) (s/f). Parashat Vaerá. The Sayings of Moshe. Disponible en ingles en: https://kjlc.karaites.org/Exhortatory/The-Sayings-of-Moshe/1/
Título del artículo agregado por el traductor.